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sábado, 22 de enero de 2011

EL TRUCO DEL NACIONALISMO HISPÁNICO



Desde luego que hay otros, pero uno de los mejores trucos del nacionalismo hispánico no es ni más ni menos que este:
"Todo aquél que hable en contra de determinado nacionalismo, queda automáticamente preso dentro del nacionalismo contrario."

Mediante este mismo procedimiento, todo aquél etiquetado como "demócrata y de izquierdas" caerá también en el cepo. La más mínima crítica al sistema de partidos, se tomará como un ataque a la democracia, y cualquier rechazo a un partido socialista de mentirijillas, como una traición a las izquierdas. No hay escapatoria.

Pero el truco sigue:
"Todo aquél que denuncie que el sistema electoral favorece a los partidos nacionalistas está gravemete equivocado, cualquier otro sistema de reparto de votos les otorgaría el mismo número de escaños."

Harto de estar harto ya me cansé de dar por buena tal falacia y un buen día me agarré a un lápiz, y para empezar, deseché la actual injusticia de que cinco votos de Getafe valgan lo mismo que uno de Bilbao.
"Una persona, un voto" pensé. "Todos los partidos pagarán el mismo número de votos por cada escaño" repensé. Luego dividí, sumé y comparé.
¡Carámbanos! me dije. Pues va a ser verdad, con uno y otro sistema los nacionalistas se quedan con los mismos escaños.
Pero al echar un vistazo al resto de partidos, caí en la cuenta. Así que me levanté y descubrí el truco de los trucos.
PP y PSOE perdían entre 20 y 30 escaños con el nuevo sistema, nada significativo a la hora de mantener sus posiciones de privilegio y aún muy por encima del resto de partidos. Lo curioso es que ese montón de escaños caían ahora en manos de otros partidos (IU y UPD), partidos que pasarían a representar esa importantísima pieza con la que se negocia cuando no se tiene la mayoría absoluta. La negociación-mercadeo con los nacionalistas ya no sería imprecindible.

A fuerza de ser sincero no creo que las medidas neoliberales que nos acechan hubieran sido muy distintas con el cambio de siglas, me temo que la fuerza de los mercados habría arrasado con todo el abecedario, pero al menos este mundo estaría algo más descargado de tanto y tanto patriota de tres al cuarto, orgulloso de vivir el el mismo piso que un héroe, de haber nacido en una tierra de primera especial.

Como bien apunta el escritor Javier Cercas en su artículo de EL PAÍS titulado "El fracaso de la izquierda en Cataluña", el nacionalismo hispánico goza por ahora de una envidiable salud. Todos los días se le alimenta con grasa de manteca y unas gotitas de vinagre (para que no pierda el mal gesto), así que se le supone larga vida.
Yo mejor me callo que Don Javier lo dice todo.
"El triunfo de Franco en la guerra supuso el triunfo del nacionalismo español y la derrota de los demás nacionalismos hispánicos, empezando por el catalán; este hecho provocó uno de los muchos automatismos políticos que recorrieron la dictadura: puesto que el nacionalismo español era malo, los demás nacionalismos hispánicos eran buenos; y, puesto que el nacionalismo español era de derechas, los demás nacionalismos hispánicos eran o podían ser de izquierdas."






Como fin de fiesta paso a ofrecerles un bonito documental titulado NACIONALISMO DE HOY Y DE SIEMPRE.
Que lo gozen.




Y de postre algo suave y dulce, toda una delicatesen (y que no engorda).


"Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después... ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
(que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala)
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!

Sin embargo...
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca...
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama
¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.

Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca...
En una caja
muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana...
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por el cristal de mi ventana...
¡Y la muerte también pasa!

¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!"

León Felipe

Imagen: El Roto

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