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miércoles, 30 de mayo de 2012

MAGIA DE ADA


Que te sirva de aviso.

Si hoy llevas un mal día, uno de esos en que todo te parece horrible, uno de esos en que cada palabra te suena algo más vacía que la anterior, uno de esos en que resulta imposible que salga el sol... si hoy es un día de esos... abre inmediatamente este vídeo.

En cuestión de segundos sentirás que la esperanza y el sentido común acuden al rescate de tus maltrechos restos, tus párpados se irán abriendo poco a poco y hasta es posible que el corazón recupere ese latir que ya casi no echabas de menos.

Ellos son la Plataforma de Afectados por la hipoteca (PAH), ella es Ada Colau Ballano (Barcelona, 1974), portavoz de esas PERSONAS que no se resignan a contemplar como se roba impunemente la casa de 300.000 familias y se les carga con una deuda que los convierte en mendigos de por vida.

Lo que se ve es a la presidenta del Parlament, Nuria de Gispert i Català, entregando el premio "Mercé Conesa" a los que luchan contra las leyes injustas, que ella y el Parlament que preside, se niegan a cambiar. Lo que no se ve es el rostro tembloroso y mofletudo de Artur Mas mientras le cantan las vergüenzas a la cara... por no verse no se vio nada, porque TV3 censuró el acto y no lo emitió ni en vivo ni en directo.

Ocurrió el pasado 22 de mayo de 2012, durante la ceremonia de entrega del galardón al "Catalán del año" que otorga "El Periódico", ante la plana mayor de la Generalitat, y sin una maldita brigada antidisturbios de la que echar mano... tampoco creo que le importase demasiado al indignado Artur Mas... al día siguiente serían suyos... sin tanto foco se trabaja mucho mejor.

Os dejo con Ada, una mujer de verdad, enfrentándose a un hombre de mentira. Una mujer incapaz de hacer callar a la voz de su conciencia. Una mujer de palabras tomar que trabaja para el Observatorio de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC). Una mujer que estudió Filosofía y es madre de un bebé de seis meses.

Comparado con eso... ¿quién es Artur Mas?





"¡No nos detendremos hasta hacer efectivo el derecho a una vivienda! ¡Porque, sí se puede!"  Dijo Ada al terminar su discurso.

Yo creo que ya no es cuestión de que se pueda o no se pueda... que sí se puede... la cuestión es que con personas como Ada, es inevitable.







Imagen: Leolo

domingo, 27 de mayo de 2012

AMIGA DUDA

Me gusta la gente que nada contra la corriente, siempre tan molestos para lo establecido, siempre tan necesarios, fiables, inspiradores, honestos, valientes... a veces tan equivocados... nadie es perfecto.

Mi debilidad, muy por encima de aquellos, son los que se paran cuando todos corren. Éstos son especiales,  imprescindibles, sobre todo en los tiempos que nos tocan... ahora que todo parece estar tan claro, ahora que es tan fácil dejarse arrastrar por esas mismas palabras que tanto deseamos escuchar, ahora que dudar es tanto como declararse imbécil...

No deja de admirarme nuestra indomable capacidad para creernos libres al pensar como pensamos, para estar seguros de no errar el tiro... al fin y al cabo, todos nos hemos sobrepuesto de la educación recibida, ya somos adultos y nada nos influye, nada nos condiciona.

Yo, que soy tan de cargar al galope, agradezco más que nadie su compañía, y su pausa... me siento a su lado y apago el lanzallamas... aunque sea un rato.

Aquí os dejo con una de ellas, es mi amiga Bárbara... y la vuestra... y la de todo el que tenga un minuto para repensar antes echar a correr.



"Imaginad que vivís dentro de un búnker mientras fuera se libran batallas políticas, sociales, religiosas o morales. Lo mismo da. Imaginad que la única forma que tenéis de informaros sobre lo que ocurre más allá de las gruesas paredes que os resguardan, es dejar entrar una vez al día a una sola persona.

Esa persona ha sido elegida por vosotros y está encargada de relataros los acontecimientos que presencia, de comunicaros los avances o retrocesos de los que pelean fuera y de interpretar fracasos o triunfos. Esta persona, inevitablemente, estará de parte de aquellos a los que vosotros apoyáis y en contra de aquellos a los que vosotros despreciáis. Y precisamente por eso la habéis elegido. No la habéis elegido porque sea libre, la habéis elegido porque es “de los vuestros”.

Esta persona vendrá ya con sus miedos, intenciones o expectativas, pero vosotros no tendréis otra conexión con el mundo exterior que la que él os presta. Por lo tanto, toda la información que llegue a vuestros oídos ya estará tamizada por la mirada de otro ser humano, y esa mirada es la suya, no la vuestra. Aún así, creeréis estar informados a través de este único vínculo con la superficie.

Sé que es poco probable que debamos mantenernos dentro de un búnker, y es poco probable que sólo contemos con un informador para conocer el rumbo del planeta. Y sin embargo, es así como vivimos. Vivimos protegidos por nuestro adoctrinamiento y nos informamos a través de un solo periódico, que es el que comparte nuestros prejuicios. Tenemos a nuestro alcance multitud de opciones, pero por lo general elegimos vivir rodeados de quienes piensan como nosotros y elegimos consultar los medios de los que piensan como nosotros. Y la única motivación de tener algún colega con el que discrepamos es convencerle en un futuro para que termine compartiendo nuestras opiniones.

Los que no piensan igual son enemigos o víctimas de nuestras intenciones de conversión.

Y de repente, parece que la amistad sólo surgiera con aquellos que piensan como nosotros, como si la afinidad con otro individuo estuviera al servicio exclusivo de la mente. Como si no existieran otro tipo de vínculos para relacionarnos.

No deberíamos conformarnos con un solo periódico, ni con una sola emisora, ni con los informativos de un solo canal de televisión. Podemos contrastar informaciones, sacar conclusiones propias, cuestionar incluso a aquellos a los que en apariencia apoyamos, romper esquemas, crear nuevos matices, dejar de juzgar a quien se lleva el periódico supuestamente contrario al nuestro en el quiosco. Podemos dejar de dar por hecho que esas personas son el enemigo, incluso dejar de pensar que tenemos razón, que nuestra verdad es la única que cuenta, que las verdades de los otros son mentiras disfrazadas de noticias. Podemos dejar de afirmar que los que son diferentes lo son por ignorancia.

La democracia es el sistema político más exigente con el ciudadano. La soberanía recae en cada uno de nosotros. Nosotros tomamos las decisiones. La democracia sólo funciona si asumimos las responsabilidad de formarnos. Una sociedad de borregos fácilmente manipulables no puede aspirar a una democracia real.
Abandonemos de vez en cuando la arrogancia para intentar mirar la vida desde unas pupilas nuevas. Existe un mundo lleno de posibilidades que ni nos hemos acercado a explorar.

Salgamos de este zulo ideológico antes de que sea demasiado tarde."

 LOS NUESTROS
 OTRAS POLÍTICASBárbara Alpuente  (22/Enero/2012)






Imagen: CECILANDIA, ARTEINFORMADO, ROSANEGRA

Gracias Bárbara

viernes, 25 de mayo de 2012

¡ DEUTSCHLAND LEBENDIG ! (¡Viva Alemania!)


 

¿Qué somos?

¿Qué nos define como país?

¿Cuál es esa característica que mejor nos dibuja fuera de todo estereotipo prefabricado?

Yo creo que lo mejor... nunca lo peor, me lo susurra ese optimista acurrucado allá abajo... en lo más hondo del pozo negro de mi conciencia.


Sábado 19 de mayo de 2012, docenas de oficiales de policía se despojan del casco para unirse a los 25.000 manifestantes que ocupan las calles más importantes del distrito financiero de Frankfurt, se dirigen al mismo corazón económico de Europa, al máximo símbolo de la represión de los mercados sobre los derechos y libertades de todos los ciudadanos europeos, su intención es bloquear el acceso a la sede central del Banco Central Europeo.

El mensaje no puede ser más alto ni más claro, el poder económico no puede imponerse al poder político, y mucho menos a la soberanía popular. Los mercados han de someterse a las necesidades de las personas, la política ha de basarse en el mantenimiento y mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos sin que ninguna otra consideración altere este único e irrenunciable propósito. Los mercados basados en la simple especulación deben dejar paso a una economía sostenible que genere una riqueza basada en la producción y en la igualdad.



Esta es la imagen de una evidencia, de una verdad que más pronto que tarde caerá sobre los distintos gobiernos, uno tras otro habrán de aceptar que la inmensa mayoría de los ciudadanos no aceptan sus recetas... y tuvo que ser en Alemania... a veces no hay mejor cuña que la de la misma madera.


Precisamente en el país que todos asociamos a la codicia de los mercados, precisamente son sus ciudadanos y en especial su policías, los que más parecen comprender la dantesca realidad de la situación en la que TODOS nos veremos sumidos. 

La dignidad de un pueblo reside en imágenes como esta, no en oxidadas espadas de imaginados héroes de opereta. Si los hijos de nuestros hijos habrán un día de sentirse orgullosos de nosotros, será porque nos reconozcan en fotografías así, porque si el grado de civilización de los hombres puede ser medido, esta es la muestra perfecta. 

Dice un famoso refrán: "Maldigamos a la araña y abriguémonos con su tela"
Creo que es hora de cambiarlo todo, también los refranes... "Maldigamos a Merkel y abriguémonos con su pueblo"

No les creáis. No somos egoístas e inconscientes por naturaleza, somos como es la mejor parte de nosotros mismos, somos griegos, somos franceses, somos italianos, alemanes también... y si esto es Alemania... ¡Viva Alemania!






NOTA:
Y la gran prensa sin enterarse... o amordazada... que tanto da lo uno como lo otro.

martes, 22 de mayo de 2012

MIEDO



Miedo. (Del lat. metus).


1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.




Miedo… temor, cerote, achante, terror, cague, pavor, pánico, desazón, espanto, horror, alarma, susto, sobresalto, recelo, aprensión, desconfianza, julepe, turbación, pavura, canguis, jindama, acojone, fobia, sorpresa, asombro, desasosiego… 


Decimos “miedo” cuando pensamos en una emoción caracterizada por un fuerte sentimiento desagradable. Esa sensación puede llegar a ser provocada ya sea por la percepción de un peligro (no importa si éste es supuesto o real) pasado, presente o futuro. El miedo es inherente al animal que somos, es algo grabado en lo profundo de nuestro ser más primario. Con el tiempo, el miedo se ha convertido en un arma, un potente virus que se propaga fácilmente, de muy difícil cura y que puede llegar a conformar el carácter, no ya de una persona, sino de toda una sociedad. 

Ahora todos padecemos miedo en alguna de sus infinitas variantes, consciente o inconscientemente, por nosotros o por los que nos rodean. Todos nos sentimos tentados a ceder en nuestros más básicos principios, incluso a forzar nuestros sentimientos con tal de librarnos del miedo… pero por desgracia eso no es posible, porque una vez se le ha abierto la puerta, ya no podemos volver a cerrarla. 

El miedo es al fin, un simplísimo sistema de reglas según el cual se ofrecen dos posibilidades de las que solo podremos elegir una… dentro o fuera, seguridad o libertad, precariedad o trabajo, guerra o supervivencia… 

El miedo es algo muy trascendente en nuestras vidas, las condiciona, las define, hasta el punto que su carencia es el mejor indicativo de todo grado de civilización. Sabemos que el miedo paraliza y que el poder lo utiliza para mantener en una falsa indiferencia a los ciudadanos. Más allá del terrorismo, miedo a la pérdida del trabajo, a la enfermedad, a la seguridad, miedo a perder la posibilidad de estar incluido y pasar a los excluidos. 

Los científicos siempre han explicado que el gran problema del hombre es que vive en la falta de seguridad, que la civilización surge de un pacto que favorece la domesticación, el control... todo con tal de sentirnos seguros. 

Hoy nos preguntamos a menudo sobre dónde estarán esos millones de parados, esas multitudes desesperadas que ya carecen de todo, nos extraña que no se manifiesten cada día en todas las ciudades del planeta… pero la respuesta es sencilla. Ellos, los nadie, los aterrorizados, los nosotros de mañana, los que han visto como su "vivir" se ha convertido en un “sobrevivir”, esos que en algún momento de la caída perdieron toda esperanza... ellos siguen respirando con toda naturalidad, deambulan por nuestras calles con un solo pensamiento en su cabeza, llevar algo de comer a casa, cada mañana… cada noche.
Esa es la razón de que no llenen las plazas, de que su protesta no sea visible... La pobreza es un trabajo agotador, un trabajo que ocupa todo el día. 

Por eso no es casualidad que el sector más afectado por el paro sean los jóvenes, para este nuevo y perverso sistema que se pretende instalar resulta vital que ellos, los que por naturaleza son menos sensibles al miedo y a la parálisis, sean los más castigados, los que reciban "el tratamiento" con mayor intensidad. 

Manuel Vargas Llosa, al 15-M: "La democracia de la calle puede conducir a situaciones peligrosas"


No es el primero y me temo que no será el último personaje relevante, pero un hecho parece cierto… Don Manuel tiene miedo, ese miedo caliente, amorfo y callado que poco a poco le ha ido llenando el corazón al ver peligrar la buena vida que ha conseguido para él y los suyos. El suyo es un miedo que se recuerda, un miedo antiguo, el que surge de aquella parte de nuestra vida en que no todo iba como debiera. 

"España es una democracia, una democracia funcional. Y la democracia tiene sus canales a través de los cuales se puede y se debe expresar la protesta, la crítica... Es peligroso que esas protestas se aparten de los canales propios de la democracia y se quiera entablar una democracia de la calle instaurar una "democracia de la calle" pueden conducir a situaciones sumamente peligrosas para el futuro institucional, para la legalidad y para la auténtica libertad”. 

Los “Vargas Llosa” de este mundo recelan por sistema de los cambios bruscos, adoran los cambios lentos, y cuanto más lentos mejor… quieren un mundo mejor, más justo, sí… pero sin prisas, no sea que nos precipitemos en un oscuro e incierto caos revolucionario… y lo quieren así por nuestro bien, no porque su buena situación, la de sus hijos y la de sus nietos, pueda peligrar en caso de precipitarse los acontecimientos… al fin y al cabo, el que lleva una vida siendo un paria, puede esperar otra más a dejar de serlo. 

Y es que el miedo de Don Manuel es el miedo caldeado que le deja clamar contra las dictaduras y los opresores… pero le impide salir a la calle y plantarse ante el pelotón de policía que acude a desalojar a esas personas que viven al otro lado de la manzana. Es el mismo miedo que corre libre por el mundo, el mismo que ata a millones de cobardes a la pata del sofá. 

Luego está el miedo que quema… ese es el de Luis de Guindos, flamante ministro de economía español. Es el suyo un miedo a fuego lento, un miedo que poco a poco va ganando a la templanza y que con el tiempo suficiente, asa hasta la entraña. Es la sensación que aprieta en torno al cuello cuando dice “ya he hecho todo lo que me han mandado, pero a pesar de ello la situación empeora a cada minuto que pasa”. El miedo de Don Luis es innato, es una cuestión genética, se nace con él instalado y se refuerza a base de trepar sin cuerda durante toda una vida. 

Algún día, puede que muy pronto, veamos por televisión su pequeña cabecita empapada en sudor, enjugándose las lágrimas con un pañuelo arrugado mientras declara tras sus gafas empañadas: “No sé como pudo ocurrir… de verdad que lo siento mucho… reconozco que me he equivocado... no volverá a suceder” 

Y dirá la verdad, sobre todo en lo de “no volverá a suceder” ¿y sabéis porqué? Porque a esos dos miedos, al de Don Manuel y al de Don Luis, se los habrá comido un tercer miedo… el más poderoso,  el último de todos los miedos... 

Es el miedo del que a fuerza de sentirse indigno se convierte en indignado, ese es el miedo de una madre, de todas las madres, de todas las personas honestas del mundo. El suyo no es como el miedo de Vargas Llosa o de Luis de Guindos... 

Es el de Laura… de Laura a secas… es el miedo que rompe a hervir en una hoya vacía, es el miedo de los que una vez lo han perdido todo, solo temen al miedo mismo. Es el miedo que se muere a base de lágrimas... el que una vez aprendido, ya no se olvida jamás.



Imagen: Angelorum

sábado, 19 de mayo de 2012

¿QUEDA CLARO?

Última hora.

El Ministerio de Sanidad, por medio de este, y cuantos canales estén a su alcance, hace pública a través de su portavoz, la siguiente declaración aclaratoria acerca de la reciente confluencia de multitud de cuestiones relativas a la situación contractual de la nueva normativa que afectará a las prestaciones derivadas de su función principal.

En vista de los últimos acontecimientos vinculados a la imperiosa necesidad de reajustar determinados partidas presupuestarias con cargo a la totalidad del presupuesto inicial, y desmintiendo taxativamente cualquier información contraria a la realidad, este gobierno se ve obligado a declarar que no cejará en su empeño de ofrecer soporte y cobertura a todos los sectores de la sociedad implicados en las presentes, o futuras coyunturas, siempre que no afecten a la suma de las partes.

La cuestión importante se ciñe por tanto, sin que eso sea obstáculo ante imprevistas posibilidades, a la conformación de la parte fundamental de este nuevo plan que nos ocupa, y su aplicación no admitirá más retrasos. Nada debe interferir en su desarrollo, toda medida pactada entre las partes habrá de posibilitar la conexión y asistencia de los sectores implicados, así como sus protecciones más características. Por esto, y por muchas otras razones de infinita trascendencia, este gobierno ha decidido tomar cartas en el asunto e interesarse definitivamente por la vigencia del sistema transformador en lo que a la sanidad se refiere. No caben pues malas interpretaciones, descarten esos malos presagios, España está en buenas manos. 

En previsión de que la presente declaración deje alguna duda, acompañamos el presente documento con las palabras de la propia ministra, Ana Mato.



Ana Mato Adrover (Madrid 24-9-1959), es una mujer nacida en España que inició su carrera política en 1983, siempre en las filas del Partido Popular. Desde el 22 de diciembre de 2011 trabaja como Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad del Gobierno de España
Ana es hermana de Gabriel Mato, también político y militante del Partido Popular. Gabriel ha ejercido infinidad de cargos políticos, habiendo sido concejal del ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, Consejero de Agricultura, Pesca y Alimentación del Gobierno de Canarias, diputado nacional, diputado autonómico, presidente del Partido Popular en La Palma (2001-2004), actualmente eurodiputado por el Partido Popular...

Ana Mato es además vicesecretaria general del Partido Popular, encargada de la organización del partido y de temas electorales. Anteriormente fue Eurodiputada del Parlamento Europeo entre el año 2004 y 2008.

Está separada del ex alcalde de Pozuelo de Alarcón, Jesús Sepúlveda, imputado por el Caso Gürtel, con el que tiene tres hijos. Sepúlveda fue cabecera del equipo de confianza que formó José María Aznar, los conocidos como como "Clan de Valladolid". A este clan pertenecieron, además de su mujer, Ana Mato, Miguel Ángel Rodríguez, Miguel Ángel Cortés, o la que posteriormente fue Ministra de Educación, Pilar del Castillo, entre otros...



"Malos tiempos nos toca vivir en los que una manada de idiotas sin escrúpulos, conduce a una muchedumbre de imbéciles sin consciencia de sí mismos"

                                                     W. Shakespeare y yo



Gracias antipático
Imagen: Público

jueves, 17 de mayo de 2012

A ESPADA Y CRUZ

"Habrán de arrodillarse, unos ante la cruz... todos bajo la espada."



No hay de qué... es completamente gratis, mi particular regalo a la feliz pareja, Rouco y Cristina... Cristina y Rouco. Un lema hecho a vuestra medida... para que lo grabéis a fuego en nuestras carnes.

Cristina Cifuentes Cuencas (Madrid, España, Julio 1964) es una política del Partido Popular que hoy ocupa el cargo de delegada del Gobierno de España en Madrid.

Antonio María Rouco Varela (Villalba, España, Agosto 1936) es cardenal y miembro de la Real Academia de Doctores de España, es también el arzobispo de la archidiócesis de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española.



Los dos a un tiempo contra los malos. La delegada del gobierno contra los paganos que tapan con sus impuestos los agujeros de los mismos bancos que les roban sus casas, el arzobispo contra los paganos que no creen en ese dios ensangrentado y cubierto de oro en que todos lo "Roucos" del mundo han convertido a la iglesia.



Cazadores de almas en el siglo XXI, modernos colonizadores... Rouco y Cristina pretenden domeñar a todo aquel salvaje que no siga sus preceptos. Tan distintos y tan iguales. Ella de la pelu, él del confesionario... recién salidos los dos.

Vidas paralelas... o no tanto... pues si se dirigen a un mismo sitio... puede que un día se encuentren... que quizás se crucen... tiemblo con apenas imaginar el resultado de tal confluencia...

Cristina Cifuentes contra los indignados, Rouco Varela contra los indignos.

Rouco Varela es de los que creen que Dios es dinero... Cristina Cifuentes es de los que saben que el dinero es Dios.

Los dos reparten hostias a diestro y siniestro, preferentemente entre los más desfavorecidos, pero cada uno a su estilo. Ambos implacables ante los críticos, siempre seguros de que Dios está de su lado.

Por compartir, comparten hasta su perspicacia. Cristina dice que los chicos del 15M son parte de una trama que conspira y les financia... Rouco no comprende que cuando la miseria entra por la ventana, la fe sale por la puerta...

Cristina asegura tener pruebas de que detrás de las heterogéneas protestas en "sus" plazas, "hay una organización, infraestructura e incluso, un amplio soporte económico".

Si Cristina lo dice será porque es verdad... las personas como ella nunca mienten.

Ella nunca haría lo contrario de lo que dijo que haría. Ella cobra en negro hasta un cheque en blanco. Ella, es más que interesante, es interesada. Ella es de los que donde ponen el ojo ponen la bala (aunque sea de goma). Ella es de otra pasta, de la que se gasta en las más exclusivas tiendas del Barrio de Salamanca.
¿Qué sería de nosotros sin personas como Cristina Cifuentes? ¿En quién podríamos fijarnos para tomar ejemplo de buen sentido y entrega a los demás?




Y como muestra de su buena voluntad... más presencia policial. Cristina se ha comprometido a incrementar la vigilancia en el Sector 6 de la Cañada Real Galiana, el más conflictivo de los más de 14 kilómetros de la antigua vía pecuaria reconvertida desde hace 40 años en asentamiento ilegal, un foco de inmundicia que según la delegada del gobierno,  no necesita escuela, retirada de basuras, desratización, asistentes sociales, agua potable, tendido eléctrico, ni siquiera un sencillo cagadero... solo policías.

“La Comunidad ha iniciado los trámites para acabar con un problema que se remonta a más de 40 años y para ello vamos a reforzar los dispositivos de vigilancia policial en esta zona en concreto, que está caracterizada por ser un foco de tráfico de drogas, armas, robo de cobre, etcétera. Para ello dotaremos de más medios al Cuerpo Nacional de Policía facilitándoles coches todo terreno, por ejemplo, para ayudarles en su labor”, ha explicado Cifuentes.


Este mundo es de Cristina... pero el otro, que en realidad es el mismo... es de Rouco.



Monseñor Rouco Varela se decidió hace unos meses, tras una profunda meditación que ha durado décadas, a visitar ese infierno en la tierra. Habló con los niños, quiso saber de aquellas familias de rumanos gitanos que sobreviven entre el barro y las ratas. Tras una misa de campaña, el arzobispo de Madrid, ansioso por ahondar aún más en las vidas de aquellas gentes, se dirigió a un grupo de niños para hacerles unas sencillas preguntas acerca de su fe. Dicen, los que allí estaban, que  su rostro quedó entonces pálido como la leche.
¿Sabéis quien es el niño Jesús?- preguntó a los chavales.
Sí, el hijo de la Lucía - respondió uno de ellos.
¡Estos niños no tienen catequesis! - sentenció su excelencia.


Agustín, el sacerdote responsable de esta zona, (con evidente esfuerzo por contenerse) comentó ante los periodistas encargados de cubrir el evento que "fue una visita no prevista. El cardenal nos avisó unos días antes, aunque desde antes del verano nos había indicado su intención de venir a la Cañada". 

Puede que por lo imprevisto de la visita, y antes de la misa, el propio Rouco ordenara a los sacerdotes nativos que le trajeran obleas en lugar de los trozos de pan con que normalmente se comulga en el infierno. 
Puede que acostumbrado al brillo del oro, el cardenal tampoco aceptara el báculo de madera que una niña quiso ofrecerle como presente. 
Puede que habituado al glorioso eco de sus palabras en su catedral, su homilía careciera de una sola referencia a la miseria y la marginación que le rodeaba por todas partes.


Cristina Cifuentes Cuencas, Antonio María Rouco Varela... la cara y la cruz... una misma moneda.


Rouco y Cristina... Cristina y Rouco... tan distintos, que ya apenas noto la diferencia.

sábado, 12 de mayo de 2012

#12M15M


Kit indignado y consejos para vivir un #12M15M de escándalo




1.- Confía en la inteligencia colectiva. Vamos a cuidarnos. Vamos a compartir y redefinir el espacio público. Tenemos cabeza, tenemos sentido común, así que ante todo, mucha calma y alegría. Disfruta cuanto puedas, estarás viviendo algo histórico.

2.- Esta no es una manifestación como todas las demás. No te convoca un sindicato, ni una plataforma, ni un partido. El 15M es cosa de todo el mundo, así que, tú también eres convocante. Tienes un gran poder y también una gran responsabilidad.

3.- Queda con tus amigos y amigas, avisa a la familia para que vaya también. Llévate a los peques y anima a los más mayores. No vamos a dar un paseo, sino a construir un lugar donde cualquiera pueda participar. Encontrarte con gente diferente a la que consideras un igual siempre es un lujo.

4.- No vamos a dejar que malotes de uniforme o disfrazados de paisano corten el buen rollo. Documenta cualquier agresión o provocación policial y difúndela por redes sociales. Da rabia que nos provoquen, pero más rabia da caer en la trampa. No olvides que reciben órdenes y que ante las agresiones sólo nos protege la presión ciudadana.

5.- Recuerda: Respeto. Repetimos. Respeto. Pero respeto no consiste en sacar el policía que llevas dentro. Respeto significa cuidado mutuo hacia dentro y hacia fuera. Dialoga si no estás de acuerdo y valora si tu postura es compartida por mucha otra gente. Confía en la persona que tienes al lado para que esa persona sienta esa misma confianza.

6.- Es muy grande que además de la plaza en la que te encuentres, haya más plazas y más ciudades tomadas.  Pero quizás las autoridades pongan problemas para utilizar el espacio público en alguna de ellas. La mejor manera de echar una mano a la gente de otro lugar es que quedes en tu plaza. Mantenernos en la calle, hacernos visibles.

7.- Si una plaza fuera cerrada por la policía, recuerda lo que aprendimos en agosto. Somos mucho más potentes en movimiento por la ciudad que quietos en un sitio. No pueden mantener una plaza blindada por mucho tiempo mientras la gente toma otros lugares.

8.-  No olvides que la manifestación del 12 de mayo es un punto de partida. Hay muchísimas actividades organizadas y seguro que se nos ocurren otro montón para hacer. Toma la plaza para crear, inventar y disfrutar de la primavera.

9.- Vale, y ahora algo importante. Vamos a encontrarnos y construir potencia colectiva. Vamos a parar y tomar aire ante la frenética agenda de recortes y estafas. Sesión parlamentaria de la gente común. Estamos listos para crear tesoros y dibujar los mapas para llegar hasta ellos.

10.- Las plazas y las redes son partes de lo mismo. Después del #12M15M seremos más gente, mejor conectada, más sabia y más ilusionada. Hay muchas maneras de participar y formar parte de la República del 99%. No estamos solos y juntas decimos: ¡Sí se puede!
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Pd.1- Si estás en Madrid y ves a una mujer que se hace pasar por indignada pero es delegada del gobierno, puedes invitarle a que lave su dinero o a que participe en la sesión psicotrópica “La ley es igual para todos“.
Pd. 2- Si vives en Barcelona ni se te ocurra disfrazarte de Gandhi, para Felip Puig fue un tío muy chungo que se sentaba en la calle de manera violenta y hacía resistencia pasiva grande a más no poder.
10/12/2012
Madrilonia.org

viernes, 11 de mayo de 2012

HOLA DON JOSEP


Josep Fontana i Lázaro (Barcelona 1931) es profesor emérito de la Universidad Pompeu Fabra, uno de los más prestigiosos historiadores de España y autor de varios títulos que se han convertido en una referencia por lo que a historia contemporánea se refiere.
Lo verdaderamente raro en una eminencia como él, es que a tal facilidad para interpretar el pasado, una esta asombrosa capacidad para interpretar el presente... mirar hacia atrás y al frente a un tiempo... estos hombres a veces me dan miedo, son como una caja de la verdad... preguntas, levantas la tapa, y ya está... la realidad ante tus ojos, la a veces gratificante, y al tiempo terrible realidad... esa que siempre buscamos pero no queremos ver.

En cierta ocasión, hace unos cuarenta años, al calor de un vieja y enorme radio de lámparas, un crío que no era yo, le preguntó a un abuelo que no era el mío sobre lo que le mantenía tan atento... sobre lo que decía aquél hombre de la radio... y este respondió admirado:
    -No lo sé... pero hay que ver lo bien que se le entiende...

 
Con su permiso Don Josep... ya me callo...


"De lo que quisiera hablarles no es tanto de la crisis actual como de lo que está ocurriendo más allá de la crisis: de algo que se nos oculta tras su apariencia. Para explicarlo necesitaré empezar un tanto atrás en el tiempo. 
     
Nos educamos con una visión de la historia que hacía del progreso la base de una explicación global de la evolución humana. Primero en el terreno de la producción de bienes y riquezas: la humanidad había avanzado hasta la abundancia de los tiempos modernos a través de las etapas de la revolución neolítica y la revolución industrial. Después había venido la lucha por las libertades y por los derechos sociales, desde la Revolución francesa hasta la victoria sobre el fascismo en la Segunda guerra mundial, que permitió el asentamiento del estado de bienestar. No me estoy refiriendo a una visión sectaria de la izquierda, ni menos aun marxista, sino a algo tan respetable como lo que los anglosajones llaman la visión whig de la historia, según la cual, cito por la wikipedia, “se representa el pasado como una progresión inevitable hacia cada vez más libertad y más ilustración”.
     
Hasta cierto punto esto era verdad, pero no era, como se nos decía, el fruto de una regla interna de la evolución humana que implicaba que el avance del progreso fuese inevitable –la ilusión de que teníamos la historia de nuestro lado, lo que nos consolaba de cada fracaso-, sino la consecuencia de unos equilibrios de fuerzas en que las victorias alcanzadas eran menos el fruto de revoluciones triunfantes, que el resultado de pactos y concesiones obtenidos de las clases dominantes, con frecuencia a través de los sindicatos, a cambio de evitar una auténtica revolución que transformase por completo las cosas.
     
Para decirlo simplemente, desde la Revolución francesa hasta los años setenta del siglo pasado las clases dominantes de nuestra sociedad vivieron atemorizadas por fantasmas que perturbaban su sueño, llevándoles a temer que podían perderlo todo a manos de un enemigo revolucionario: primero fueron los jacobinos, después los carbonarios, los masones, más adelante los anarquistas y finalmente los comunistas. Eran en realidad amenazas fantasmales, que no tenían posibilidad alguna de convertirse en realidad; pero ello no impide que el miedo que despertaban fuese auténtico.
     
En un articulo sobre la situación actual de Italia publicado en La Vanguardia el pasado mes de octubre se podía leer: “los beneficios sociales fueron el fruto de un pacto político durante la guerra fría”. No sólo durante la guerra fría, a no ser que hablemos de una “guerra” de doscientos años, desde la revolución francesa para acá. Lo que este reconocimiento significa, por otra parte, es que ahora no tienen ya inconveniente en confesar que nos engañaron: que no se trataba de establecer un sistema que nos garantizase un futuro indefinido de mejora para todos, sino que sólo les interesaba neutralizar a los disidentes mientras eliminaban cualquier riesgo de subversión.
     
Los miedos que perturbaron los sueños de la burguesía a lo largo de cerca de doscientos años se acabaron en los setenta del siglo pasado. Cada vez estaba más claro que ni los comunistas estaban por hacer revoluciones –en 1968 se habían desentendido de la de París y habían aplastado la de Praga-, ni tenían la fuerza suficiente para imponerse en el escenario de la guerra fría. Fue a partir de entonces cuando, habiendo perdido el miedo a la revolución, los burgueses decidieron que no necesitaban seguir haciendo concesiones. 

Y así siguen hoy. 
     
Déjenme examinar esta cuestión en su última etapa. El período de 1945 a 1975 había sido en el conjunto de los países desarrollados una época en que un reparto más equitativo de los ingresos había permitido mejorar la suerte de la mayoría. Los salarios crecían al mismo ritmo a que aumentaba la productividad, y con ellos crecía la demanda de bienes de consumo por parte de los asalariados, lo cual conducía a un aumento de la producción. Es lo que Robert Reich, que fue secretario de Trabajo con Clinton, describe como el acuerdo tácito por el que “los patronos pagaban a sus trabajadores lo suficiente para que éstos comprasen lo que sus patronos vendían”. Era, se ha dicho, “una democracia de clase media” que implicaba “un contrato social no escrito entre el trabajo, los negocios y el gobierno, entre las élites y las masas”, que garantizaba un reparto equitativo de los aumentos en la riqueza.
     
Esta tendencia se invirtió en los años setenta, después de la crisis del petróleo, que sirvió de pretexto para iniciar el cambio. La primera consecuencia de la crisis económica había sido que la producción industrial del mundo disminuyera en un diez por ciento y que millones de trabajadores quedaran en paro, tanto en Europa occidental como en los Estados Unidos. Estos fueron, por esta razón, años de conmmoción social, con los sindicatos movilizados en Europa en defensa de los intereses de los trabajadores, lo que permitió retrasar aquí unas décadas los cambios que se estaban produciendo ya en los Estados Unidos y en Gran Bretaña, donde los empresarios, bajo el patrocinio de Ronald Reagan y de la señora Thatcher, decidieron que éste era el momento para iniciar una política de lucha contra los sindicatos, de desguace del estado de bienestar y de liberalización de la actividad empresarial.
     
La lucha contra los sindicatos se completó con una serie de acuerdos de libertad de comercio que permitieron deslocalizar la producción a otros países, donde los salarios eran más bajos y los controles sindicales más débiles, e importar sus productos, con lo que los empresarios no sólo hacían mayores beneficios, al disminuir sus costes de producción, sino que debilitaban la capacidad de los obreros de su país para luchar por la mejora de sus condiciones de trabajo y de su remuneración: los salarios reales bajaron en un 7 por ciento de 1976 a 2007 en los Estados Unidos, y lo han seguido haciendo después de la crisis.
     
Asi se inició lo que Paul Krugman ha llamado “la gran divergencia”, el proceso por el cual se produjo un enriquecimiento considerable del 1 por ciento de los más ricos y el empobrecimiento de todos los demás. En los Estados Unidos, que citaré con frecuencia por dos razones –porque disponemos de buenas estadísticas sobre su evolución y porque lo que sucede allí es el anuncio de lo que va a pasar aquí más adelante-, se pudo ver en vísperas de la crisis de 2008 que este 1 por ciento de los más ricos recibía el 53 por ciento de todos los ingresos (esto es más que el 99 por ciento restante).
     
En las primeras etapas este proceso tal vez resultaba poco perceptible; pero cuando sus efectos se fueron acumulando acabaron despertando la conciencia de una desigualdad social en constante aumento. En mayo de 2011 Joseph Stiglitz publicó un artículo que se titualaba: “Del 1%, para el 1% y por el 1%”, donde decía que los norteamericanos, que estaban contemplando cómo se producían en muchos países, por ejemplo en los de la primavera árabe, protestas contra regímenes opresivos que concentraban una gran masa de riqueza en las manos de una élite integrada por muy pocos, no se daban cuenta de que esto ocurría también en su propio país.
       Este del 1 por ciento ha sido uno de los lemas principales de los movimientos de ocupación que se han desarrollado en diversas ciudades norteamericanas. Pero Krugman ha hecho un análisis aún más afinado que muestra que es en realidad el 0’1 %, esto es el uno por mil de los norteamericanos, los que concentran la mayor parte de esta riqueza. “¿Quiénes son estos del 1 por mil?, se pregunta ¿Son heroicos emprendedores que crean lugares de trabajo? No. En su mayor parte son dirigentes de compañías (...) o ganan el dinero en las finanzas”.
     Los resultados a largo plazo de la gran divergencia, que se iniciaba en Estados Unidos y en Gran Bretaña en los años setenta y se extendió después a Europa, transformaron profundamente nuestras sociedades. Las consecuencias de una inmensa redistribución de la riqueza hacia arriba no sólo se han manifestado en el empobrecimiento relativo de los trabajadores y de las clases medias, sino que han dado a los empresarios una influencia política con la cual, a partir de ese momento, les resulta cada vez más fácil fijar las reglas que les permiten consolidar su poder.
     
Esta redistribución hacia arriba no es el resultado natural del funcionamiento del mercado, como se pretende que creamos, sino el de una acción deliberada. Su origen es netamente político. El primer programa que inspiró este movimiento lo expresó Lewis Powell en agosto de 1971 en un “Memorándum confidencial. Ataque al sistema americano de libre empresa”, escrito para la “United States Chamber of Commerce”, que se encargó de hacerlo circular entre sus asociados. Powell denunciaba el riesgo que implicaba el avance en la sociedad norteamericana de ideas contrarias al “sistema de libre empresa”, expuestas no sólo por extremistas de izquierda, sino por “elementos totalmente respetables del sistema”, e insistía en la necesidad de combatirlas, sobre todo en el terreno de la educación.
     
El memorándum tenía una primera parte sobre la amenaza que representaban los “estudiantes universitarios, los profesores, el mundo de los medios de comunicación, los intelectuales y las revistas literarias, los artistas y los científicos”, y proponía planes de ataque para limpiar las universidades y vigilar los libros de texto, para lo cual pedía a las organizaciones empresariales que actuasen con firmeza. No me ocuparé ahora de esta batalla de las ideas, que ha llegado hoy al extremo de proponer la eliminación de la escuela pública, sino de otra parte del memorándum que tendría consecuencias más inmediatas y trascendentales. Powell advertía: “No se debe menospreciar la acción política, mientras esperamos el cambio gradual de la opinión pública que ha de conseguirse a través de la educación y la información. El mundo de los negocios debe aprender la lección que hace tiempo aprendieron los sindicatos y otros grupos de intereses. La lección de que el poder político es necesario; que este poder debe cultivarse asiduamente y que, cuando convenga, hay que usarlo agresivamente y con determinación”.
     
Para emprender este programa se necesitaban organizaciones empresariales potentes, que dispusieran de recursos suficientes. “La fuerza reside en la organización, en una planificación y realización persistentes durante un período indefinido de años”. Este llamamiento a la lucha política tuvo efectos de inmediato en la actividad de las asociaciones empresariales y sobre todo de la “United States Chamber of Commerce”, que pretende ser hoy “la mayor federación empresarial del mundo, en representación de los intereses de más de 3 millones de empresas”. Estas asociaciones no solo emprendieron grandes campañas de propaganda, sino que acentuaron su participación en las campañas electorales a través de Comités de Acción Política, en una actividad que ha aumentado considerablemente desde 2009, tras la decisión del Tribunal supremo Citizens United, que ha liberalizado las inversiones de las empresas en la política, en nombre del derecho a la libre expresión (esto es, considerando a las empresas como personas y atribuyéndoles los mismos derechos). La gran cuantía de recursos proporcionados por los empresarios explica, por ejemplo, que la United States Chamber of Commerce invirtiese en las elecciones norteamericanas de 2010 más que los comités de los dos partidos, demócrata y republicano, juntos.
     
No se trata tan sólo de donativos para las campañas, sino también de formas diversas de pagar sus servicios a los políticos, entre ellas la de asegurarles una compensación cuando dejan la política. Y, sobre todo, de la aactuación constante de los llamados “lobbyists”, que atienden las peticiones de los políticos. En el pasado año 2011 se calcula que las empresas han gastado 3.270 millones de dólares en atender a los congresistas y a los altos funcionarios federales. Las 30 mayores compañías gastaron entre 2008 y 2010 más en esto que en pagar impuestos.
     
¿Que ha conseguido el mundo empresarial con este asalto al poder? En julio del año pasado, Michael Cembalest, jefe de inversiones de JPMorgan Chase, escribía, en una carta dirigida tan sólo a sus clientes, que se conoció porque la descubrió un periodista, que “los márgenes de beneficio han conseguido niveles que no se habían visto desde hace décadas”, y que “las reducciones de salarios y prestaciones explican la mayor parte de esta mejora”. “La compensación por el trabajo está en los Estados Unidos en la actualidad al mínimo en cincuenta años en relación tanto con las cifras de ventas de las empresas como del PIB de los Estados Unidos”.
     
Otro beneficio indiscutible ha sido la disminución de sus contribuciones al sostén del estado. El peso político creciente de las empresas ha conducido a la situación paradójica de que éstas escapen a la fiscalidad por la doble vía de negociar recortes de impuestos y exenciones particulares, y de tener libertad para aflorar los beneficios en las subsidiarias que tienen en paraísos fiscales, donde apenas pagan impuestos. Un estudio de noviembre de 2011 concluye que el conjunto de las 280 mayores empresas de los Estados Unidos no han pagado en los tres años últimos más que un 18’5 % de sus beneficios. Pero es que una cuarta parte de éstas han pagado menos del 10%, y 30 de las más grandes no han pagado nada en tres años, sino que encima han recibido devoluciones. Lo que se dice de las empresas se aplica también a los empresarios: de 1985 a 2004 los 400 americanos más ricos han pasado de pagar un 29 por ciento de sus ingresos a tan sólo un 18 por ciento, mucho menos que los pequeños comerciantes o los trabajadores a sueldo. Y cuando Obama pretendió que quienes ganasen más de un millón de dólares al año pagasen el mismo tipo que el ciudadano medio norteamericano, no consiguió que el congreso aprobase la medida. Como ha dicho Stiglitz "Los ricos están usando su dinero para asegurarse medidas fiscales que les permitan hacerse aun más ricos. En lugar de invertir en tecnología o en investigación, obtienen mayores rendimientos invirtiendo en Washington”.
     
Hay un tercer aspecto de estos beneficios que es la desregulación de la leyes que controlan algunos aspectos de la actividad empresarial. Un estudio reciente de dos economistas del Fondo Monetario Internacional, que han analizado el papel de las contribuciones económicas de las empresas en la política, llega a la conclusión, que les leo literalmente, de que “el gasto realizado está directamente relacionado con la posibilidad de que un legislador cambie de postura en favor de la desregulación”. Esto, que en el sector de la industria les ha permitido reducir, o incluso anular, los gastos relacionados con el control de la polución, ha tenido en la actividad financiera unas consecuencias que son las que han conducido directamente a la crisis de 2008.
     
Gracias a la supresión de controles sobre sus actividades, que culminó  durante la presidencia de Clinton, las entidades financieras pudieron lanzarse a un juego especulativo con derivados y otros productos de alto riesgo, que parecían más propios de un casino de juego que de la banca, mientras los dirigentes de la Reserva Federal estimulaban el optimismo de los especuladores, rebajando los tipos de interés y animando al público a que gastase, a que comprase casas con créditos hipotecarios e invirtiese en operaciones financieras de riesgo.
     
Esta fiebre especuladora se producía en un país que, como resultado de su desindustrialización, estaba convirtiendo en una actividad fundamental el sector FIRE (Finance, Insurance and Real Estate; o sea Finanzas, seguros y negocio inmobiliario). Una desindustrialitzación semejante se ha producido en Gran Bretaña, que de ser “la fábrica del mundo” quiso convertirse en “el banco del mundo”, y que vive ahora con la angustia de lo que puede suceder si pierde esta gran fuente de exportación de servicios, teniendo en cuenta la situación de una economía en que “la demanda doméstica será probablemente escasa en muchos años (...), mientras los consumidores se esfuerzan en hacer frente a sus deudas y el gobierno batalla por reducir el déficit presupuestario”.
     
Nuestra situación es más compleja, ya que si bien hemos perdido el tejido industrial tradicional, contamos con una considerable industria de propiedad extranjera a la que proporcionamos trabajo barato, o sea que nos ha tocado el papel de receptores de la industria que otros países más prósperos deslocalizan, y que conservaremos mientras les sigamos garantizando salarios bajos. Lo cual me mueve a preguntarme cómo se explica que, si el trabajo de nuestros obreros es poco competitivo, como se argumenta para proponerles rebajas de sueldos y derechos, Volkswagen, Ford, o Renault se vengan a fabricar coches aquí. En lo que sí nos vamos pareciendo a las economías avanzadas es en el peso dominante que ha adquirido entre nosotros el sector financiero.
     
La influencia política adquirida por los empresarios explica por qué, cuando se ha producido la crisis -en Norteamérica, en Gran Bretaña o en España- el estado ha corrido a salvar las empresas financieras con rescates multimillonarios; pero no ha hecho un esfuerzo equivalente por remediar la situación de los muchos ciudadanos que pierden sus hogares, al ser incapaces de seguir pagando las hipotecas, ni por asegurar estímulos a las actividades productivas con el fin de combatir el paro.
     
Lejos de ello, lo que se ha hecho, para justificar los sacrificios que se están imponiendo a la mayoría, es difundir la fábula de que la crisis económica se debe al excesivo coste de los gastos sociales del estado, y que la solución consiste en aplicar una brutal política de austeridad hasta que se acabe con el déficit del presupuesto, lo cual, como veremos, resulta imposible a partir de esta política.
     
Merece la pena escuchar esta historia como la cuenta Krugman: “En el primer acto los banqueros se aprovecharon de la desregulación para lanzarse a una especulación desbordada, hinchando las burbujas con préstamos incontrolados; en el segundo las burbujas estallaron y los banqueros fueron rescatados con dinero de los contribuyentes, mientras los trabajadores sufrían las consecuencias, y en el tercero, los banqueros decidieron emplear el dinero que habían recuperado en apoyar a políticos que les prometían bajarles los impuestos y desmontar las pocas regulaciones que se habían impuesto tras la crisis”. ¿Piensan ustedes que esta es una historia exótica, que sólo puede referirse a los Estados Unidos? Pues no; nosotros también tuvimos una burbuja inmobiliaria desbordada, hinchada con los créditos que concedieron bancos y cajas de ahorro. Ahora estamos en el segundo acto, el del rescate “mientras los trabajadores sufren las consecuencias”. Nos queda el desenlace, ese tercer acto que, si no se hace algo para evitarlo, será parecido: esto es, que se recuperarán los bancos, pero no los puestos de trabajo, tal como está ocurriendo hoy en los Estados Unidos.  
     
Nadie ignora que la austeridad es incompatible con el crecimiento económico. Peter Radford lo sintetiza en pocas palabras: “La austeridad disminuye una economía. Es un acto de retroceso. Disminuye la demanda. Los ingresos caen. Pagar las deudas a partir de una menor cantidad de dinero significa que hay menos dinero para otros gastos. Del crecimiento se pasa a la decadencia”. 
     
Una revisión del pasado demuestra que la política de austeridad nunca ha funcionado y que no tiene sentido en la situación actual. Lo sostiene, por ejemplo, Richard Koo, economista jefe del Nomura Research Institute de Tokio, quien, tras haber analizado comparativamente la crisis económica de los años treinta, las décadas perdidas de Japón y la crisis actual en Estados Unidos y en la “eurozona”, concluye que:
     
“Aunque evitar el gasto público exagerado es el modo adecuado de proceder cuando el sector privado de la economía está en plena forma y maximiza los beneficios, nada resulta peor que la restricción del gasto público cuando un sector privado en mal estado está reduciendo sus deudas”. Actuar sobre una economía que ahorra pero no invierte reduciendo el gasto público no hace más que agravar su situación. Koo sostiene que la crisis, que empezó en el sector inmobiliario estadounidense, sigue siendo una crisis bancaria, que ha acabado contagiando a la economía y a las cuentas públicas, y que pensar que estos problemas se resuelven “con una sobredosis de ajustes” y con reformas constitucionales “es un completo disparate”.
       
Más contundente aun es la opinión que Krugman ha expresado esta misma semana: “Lo más indignante de esta tragedia es que es totalmente innecesaria. Hace medio siglo, cualquier economista (…) os podía haber dicho que austeridad en tiempos de depresión era una muy mala idea. Pero los políticos, los entendidos y, siento decirlo, muchos economistas decidieron, sobre todo por razones políticas, olvidar lo que sabían. Y millones de trabajadores están pagando el precio de su deliberada amnesia”.
     
No ha sido la deuda pública la causa de la crisis de los países del sur de Europa. Un análisis de las cifras de las últimas décadas muestra que los problemas de estos países no proceden de un exceso de gasto público, sino que son una consecuencia de la propia crisis. Un análisis de la relación que ha existido entre la deuda pública y el PIB de estos países, demuestra que estuvo mejorando (esto es disminuyendo) hasta 2007. El endeudamiento posterior del estado es consecuencia de las cargas que ha asumido como consecuencia de la crisis bancaria, no de un exceso anterior de gasto público. Si leen ustedes la prensa, fijándose en los datos que ofrece y no en la doctrina que predica, verán que lo que realmente preocupa a nuestros gobernantes es cómo remediar el problema que para el sistema bancario representan las grandes inversiones inmobiliarias efectuadas en años de euforia en que estas fantasías se estaban financiando con nuestros ahorros.
     
No importa que economistas galardonados con el Premio Nobel, como Stiglitz y Krugman, condenen la política de austeridad. Porque resulta que, en realidad, esta política beneficia a los mismos que han causado el desastre y favorece la continuidad de su enriquecimiento. Como dice Michael Hudson: “No hay ninguna necesidad (...) de que los dirigentes financieros de Europa impongan una depresión a la mayor parte de su población. Pero es una gran oportunidad de ganancia para los bancos, que han conseguido el control de la política económica del Banco Central Europeo (...). Una crisis de la deuda permite a la la élite financiera doméstica y a los banqueros extranjeros endeudar al resto de la sociedad”.
     
Los resultados se pueden ver ya en la experiencia de Grecia, donde las medidas de austeridad impuestas por la Unión Europa y el FMI están poniendo en peligro el propio crecimiento económico, y tienen unas durísimas consecuencias sociales: los suicidios y el crimen aumentan, la masa de los nuevos pobres está integrada por jóvenes que no encuentran trabajo y por personas de media edad que han perdido el suyo, mientras faltan en los hospitales los medicamentos esenciales, incluyendo las vacunas, lo que puede conducir a que resurjan allí la poliomielitis o la difteria.
     
Este comienza a ser también el caso de España, donde la prensa anuncia que el PP se propone ahorrar este año 6.000 millones en medicamentos. Como dice Peter Radford: “¡Que se lo digan a los españoles! Ellos han probado ya toda esta historia de la austeridad. Tanto que la tasa de paro es del 23%, mientras las medidas que lo han producido no han conseguido frenar el déficit público, que está a punto de superar el límite del 8% que el gobierno español se había fijado como objetivo. ¿Se imaginan lo que ocurrirá ahora? Que los españoles van a ver aumentar su sufrimiento. Están insistiendo en más austeridad para estrujar su economía cada vez más”. Y ello, añade, “para reducir un déficit que es menor que el de los Estados Unidos o el de Gran Bretaña”.
     
Una reflexión adicional acerca del carácter más “empresarial”  que “público” de la crisis nos la puede proporcionar una información publicada por el New York Times el 25 de diciembre pasado, que nos advierte que la crisis de los bancos europeos, que les está obligando a deshacerse de activos, crea buenas oportunidades de negocio para las empresas financieras norteamericanas que, a pesar de sus problemas, están lanzándose a comprar en Europa. En efecto, en un artículo publicado en La Vanguardia del 15 de enero pasado –y el hecho mismo de que un periódico conservador publique este tipo de análisis demuestra el desconcierto reinante entre nuestra burguesía- no sólo se explica que los fondos de inversión norteamericanos se han lanzado a comprar “gangas” europeas, como empresas y bancos devaluados por la propia política de austeridad, sino que se nos dan las razones: “La crisis bancaria europea está beneficiando a los fondos extranjeros que aguardan a las puertas de Europa”. Por una parte compran empresas que han perdido valor porque los bancos se niegan a darles crédito, a lo cual se añade que las medidas de recapitalización impuestas a los bancos les han forzado a “vender activos por un valor de billones de euros”. Wim Butler, del Citi Group, no dudó en decir en una conferencia pronunciada en Bruselas: “De aqui a unos años todos los bancos europeos pertenecerán a extranjeros”.
     
Las políticas restrictivas han llegado a tal punto de irracionalidad que desde el propio Fondo Monetario Internacional se ha comenzado a advertir a los dirigentes políticos europeos: “En la medida en que los gobiernos piensan que deben responder a los mercados, pueden ser inducidos a consolidar demasiado aprisa, incluso desde el simple punto de la sostenibilidad de la deuda”. Como ustedes saben, el presidente actual de nuestro gobierno ya ha dicho, cuando se aprestaba a rendir pleitesía a la señora Merkel, que lo primero es cumplir con el deber de sanear los bancos y reducir el gasto público: los puestos de trabajo, los hospitales o las escuelas no son prioritarios.
     
Hay razones que ayudan a entender la inhumanidad de este capitalismo depredador. Richard Eskow, que trabajó en un tiempo para Wall Street dice: “La gente que sufre por los efectos de los presupuestos austeros no son de la clase de los que [estos capitalistas] conocen personalmente, sino que se trata de empleados públicos, como maestros, policías, bomberos o funcionarios de programas sociales; de gente que necesita de ayudas del gobierno, como los pobres; y de otros de la clase media que han tenido la temeridad o de hacerse viejos o de sufrir una incapacidad”. En realidad los “super-ricos” no sólo se sienten ajenos a todos estos, sino que en el fondo los desprecian.
     
Lo ocurrido en los últimos años en la sociedad norteamericana, que fue la primera en implantar estas reglas, nos indica la clase de futuro a que nos conduce a todos la austeridad. Dos noticias de prensa publicadas alrededor de la Navidad del año pasado ilustran sus dos caras. Sabemos, por una parte, que la “paga” de los dirigentes de las 500 mayores empresas aumentó en un 36’5 por ciento en 2010, al propio tiempo que aumentaba en 1.600.000 el número de los niños norteamericanos sin hogar, lo que representa un aumento de un 38 por ciento respecto de 2007. El año pasado, el de 2011, no ha sido tan bueno para los negocios de Wall Street; pero sabemos ya que esto no va a afectar las pagas millonarias de los dirigentes de Citigroup o de Morgan Chase, que van a cobrar más de veinte millones de dólares.
     
Los empresarios son conscientes de que el aumento de la desigualdad es nefasto para el crecimiento económico, en términos globales. Como señala Robert Reich: “Con tanta parte de los ingresos y de la riqueza concentrada en los más ricos, la amplia clase media no tiene ya el poder adquisitivo necesario para comprar lo que la economía es capaz de producir (...). El resultado es la generalización del estancamiento y del paro”. Un memorándum de la Reserva Federal norteamericana de 4 de enero recuerda que el 70 por ciento de la economía nacional depende del gasto de los consumidores, y que la recuperación no será posible si no aumenta la capacidad de consumo de la clase media.
     
Este planteamiento sobre el interés general no afecta sin embargo a los intereses inmediatos de los más ricos, puesto que una reducción global del crecimiento no implica una reducción simultánea de sus beneficios, que han seguido aumentando. Y se están, además, adaptando a la nueva situación, con la esperanza de obtener cada vez mayores beneficios. El 16 de octubre de 2005 Citigroup, la mayor empresa financiera del mundo, publicaba un informe con el título de Plutonomía, al que de momento se prestó poca atención, hasta que, cuando comenzó a hacerse famoso, Citigroup se preocupó de eliminarlo por completo de la red.
     
El informe proponía el término “plutonomía” para designar los países en que el crecimiento económico se había visto promovido, y en gran medida consumido, por el pequeño grupo de los más ricos. Sostenía que “el encarecimiento de los activos, una participación creciente en los beneficios y el trato favorable por parte de gobiernos partidarios del mercado han permitido a los ricos prosperar y capitalizar una proporción creciente de la economía en los países de plutonomía”. Lo ilustraba con las cifras de la desigualdad de la distribución de la riqueza en los Estados Unidos, que comentaba con estas palabras: “No tenemos una opinión moral acerca de si esta desigualdad de los ingresos es buena o mala; lo que nos interesa es que es importante”. Opinaban, además, que las fuerzas que habían llevado a este aumento de la desigualdad en los veinte años últimos era probable que continuasen en los años próximos. De lo cual había que deducir que se crearía un entorno positivo para la actividad de empresas que vendiesen bienes o servicios a los ricos.
     
Su conclusión final era: Hemos de preocuparnos menos de lo que el consumidor medio vaya a hacer, ya que la conducta de este consumidor es menos relevante para el agregado final, que de lo que los ricos vayan a hacer. Esta es simplemene una cuestión de matemáticas, no de moralidad, concluían.
      
Y debían tener razón, porque sabemos que las empresas de bienes de lujo (o, como se dice en el negocio, de “bienes para individuos de un valor extremo”, que The Economist nos aclara que son aquellos pra los que “un bolso de 8.000 dólares es una ganga”) están aumentando espectacularmente. LVMH –o sea Louis Vuitton Moët Hennessy- creció en un 13% en la primera mitad de 2011 con ventas de 10.300 millones. Una noticia publicada recientemente en la prensa nos dice que mientras la matriculación de automóviles disminuyó en su conjunto en España en el año 2011, la excepción han sido los de lujo, cuya matriculación ha aumentado en un 83’1 por ciento.
     
 “En algún momento –habían avisado los analistas de Citigroup- es probable que los trabajadores se opongan al aumento de beneficios de los ricos y puede haber una reacción política contra el enriquecimiento de los más acomodados”, pero “no vemos que esto esté ocurriendo, aunque hay síntomas de crecientes tensiones políticas. De todos modos mantendremos una extrecha observación de los acontecimientos”.
      
La ofensiva empresarial no se limita, por otra parte, a buscar ventajas temporales, sino que aspira a una transformación permanente del sistema político. En los Estados Unidos se está tratando de dificultar el acceso al voto a amplias capas de la población que se consideran poco afines a los principios de la derecha: ancianos, minorías étnicas, pobres... En la actualidad hay en Norteamérica 12 estados que han introducido medidas restrictivas del derecho a votar (otros 26 las están gestionando), la más importante de las cuales es la exigencia de un documento de identidad como votante, para cuya obtención se exige la presentación de documentos como el carnet de conducir o la acreditación de una cuenta bancaria. No sin problemas. En julio de 2011 el documento le fue negado en Wisconsin a un joven, con el argumento de que el comprobante de su cuenta de ahorro, que presentaba como identificación, no mostraba bastante actividad reciente com para servir para esta finalidad. Más del 10 por ciento de ciudadanos norteamericanos no tienen estas identificaciones, y la proporción es todavía mayor entre sectores que normalmente votan por los demócratas, incluyendo un 18 por ciento de votantes jóvenes y un 25 % de los afroamericanos.
     
Pero la amenaza a la democracia no necesita formularse con medidas legales de limitación del voto, porque el camino más efectivo es el control de los políticos por parte de la oligarquía financiera. Robert Fisk hacía recientemente una comparación entre las revueltas árabes y las protestas de los jóvenes europeos y norteamericanos en un artículo que se titulaba “Los banqueros son los dictadores de Occidente”, en que decía: “Los bancos y las agencias de evaluación se han convertido en los dictadores de occidente. Como los Mubarak y Ben Alí, creen ser los propietarios de sus países. Las elecciones que les dan el poder –a través de la cobardía y la complicidad de los gobiernos- han acabado siendo tan falsas como las que los árabes se veían obligados a repetir, década tras década, para ungir a los propietarios de su propia riqueza nacional”. Los partidos políticos, afirma Fisk, entregan el poder que han recibido de los votantes “a los bancos, los traficantes de derivados y las agencias de evaluación, respaldados por la deshonesta panda de expertos de las grandes universidades norteamericanas, (…) que mantienen la ficción de que esta es una crisis de la globalización en lugar de una trampa financiera impuesta a los votantes”.
     
Michael Hudson, profesor de la Universidad de Missouri, que había sido analista y asesor en Wall Street, denuncia en un texto sobre lo que llama “la transición de Europa de la socialdmeocracia a la oligarquía financiera”, los efectos de las políticas de austeridad: “Una crisis de la deuda facilita que la élite financiera doméstica y los banqueros extranjeros endeuden al resto de la sociedad (...) para apoderarse de los activos y reducir el conjunto de la población a un estado de dependencia”. A lo que añade que la clase de guerra que se extiende ahora por Europa tiene objetivos que van más allá de la economía, puesto que amenaza convertirse en una línea de separación histórica entre una época caracterizada por la esperanza y el potencial tecnológico, y una nueva era de desigualdad, a medida que una oligarquía financiera va reemplazando a los gobiernos democráticos y somete a las poblaciones a una servidumbre por deudas. El resultado es “un golpe de estado oligárquico en que los impuestos y la planificación y el control de los presupuestos están pasando a manos de unos ejecutivos nombrados por el cártel internacional de los banqueros” (no sé si será oportuno recordar que nuestro actual ministro de economía procede del sector bancario norteamericano).
     
Hay un aspecto de estos problemas en el que nos conviene reflexionar. Randall Wray sostiene que la crisis norteamericana de 2008 no la causó la insolvencia de las hipotecas basura, porque su volumen no era suficiente como para haber provocado por si sólo este desastre, sino que ésta fue simplemente la chispa que desencadenó un incendio cuyas causas profundas eran el estancamiento de los salarios reales y la desigualdad creciente, que empujaban a la economía lejos de una actividad centrada en la producción hacia otra esencialmente financiera, dedicada al manejo del dinero. Lo más grave de esta interpretación –advierte- es que, dado que estas causas profundas no sólo no se han remediado, sino que son más graves ahora que en 2008, pudiera ocurrir que una chispa semejante, como la insolvencia de uno de los grandes bancos norteamericanos o un problema grave en la banca europea, volviera a iniciar una nueva crisis, tal vez peor. 
     
Es por esto que necesitamos evitar el error de analizar la situación que estamos viviendo en términos de una mera crisis económica –esto es, como un problema que obedece a una situación temporal, que cambiará, para volver a la normalidad, cuando se superen las circunstancias actuales-, ya que esto conduce a que aceptemos soluciones que se nos plantean como provisionales, pero que se corre el riesgo de que conduzcan a la renuncia de unos derechos sociales que después resultarán irrecuperables. Lo que se está produciendo no es una crisis más, como las que se suceden regularmente en el capitalismo, sino una transformación a largo plazo de las reglas del juego social, que hace ya cuarenta años que dura y que no se ve que haya de acabar, si no hacemos nada para lograrlo. Y que la propia crisis económica no es más que una consecuencia de la gran divergencia.
       
¿Qué hemos de hacer? Hay, evidentmente, un primer nivel de urgencia en que resulta obligado luchar por salvar los puestos de trabajo y los niveles de vida. El Banco de España se ha encargado de comunicarnos hace pocos días que lo que vamos a tener este año, y muy probablemente el siguiente, es más recesión y más de seis millones de parados. Cuesta poco imaginar la cantidad de EREs y de recortes que esto va a implicar, lo que nos va a obligar a muchos esfuerzos puntuales para salvar todo lo que se pueda.
     
Pero lo que revela la naturaleza especial de la situación actual es el hecho de que para la generación que ahora tiene entre 20 y 30 años no va a haber ni siquiera EREs, sino una ausencia total de futuro. Y eso sólo podrá resolverse con una política que vaya más allá de la defensa inmediata de nuestras condiciones de vida, para enfrentarse a las políticas de austeridad y que, sobre todo, se proponga acabar con el gran proyecto de la divergencia social que las inspira.
     
Como demostró la gran depresión de los años treinta, cuando eran muchos los que pensaban que el viejo sistema capitalista se había acabado y que el futuro era de la economía planificada por el estilo de la de la Rusia soviética, la capacidad del capitalismo para superar sus crisis y rehacerse es considerable.
     
El problema inmediato al que hemos de enfrentarnos hoy no es, como algunos pensábamos hace unos años, la liquidación del capitalismo, que debe ser en todo caso un objetivo a largo plazo, porque la verdad es que no disponemos ahora de una alternativa viable que resulte aceptable para una mayoría. Y lo que no puede ser compartido con los más, por razonable que parezca, está condenado a quedar en el terreno de la utopía, que es necesaria para alimentar nuestras aspiraciones a largo plazo, pero inútil para la lucha política cotidiana.
     
Lo que nos corresponde resolver con urgencia es decidir si luchamos por recuperar cuanto antes un capitalismo regulado, con el estado del bienestar incluido, como se había conseguido cuando los sindicatos y los partidos de izquierda eran interlocutores eficaces en el debate sobre la política social, o nos resginamos a seguir sufriendo bajo la garra de un capitalisno depredador y salvaje como el que se nos está imponiendo. De hecho, lo que nos proponen las políticas de austeridad es simplemente que paguemos la factura de los costes de consolidar el sistema en su situación actual, renunciando a una gran parte de las conquistas que se consiguieron en dos siglos de luchas sociales.
     
No es que no haya signos esperanzadores de resistencia. No cabe duda de que las ocupaciones de plazas y las manifestaciones de protesta van a volver a brotar esta primavera, empujadas por la desesperación. Pero lo más importante es saber si la experiencia de los efectos combinados de los recortes y del aumento de las cargas servirá para devolver el sentido común a quienes dieron el voto a una derecha que prometía soluciones y se limita ahora a pedirnos sacrificios, o si sus votantes se resignarán a aceptar mansamente las consecuencias de su error.
      
Pienso que es urgente, para dar sentido y coherencia a las protestas, que la izquierda –una izquierda real que nazca de más allá de la traición de la socialdemocracia de las terceras vías- elabore nuevas formas de lucha y de mejora, ahora que ya hemos aprendido que la idea de que el progreso era el motor de la historia es un engaño y que los avances para el conjunto de los hombres y las mujeres solo se han conseguido a través de las luchas colectivas. La semana pasada me pidieron en un diario de Barcelona que opinase acerca de cómo sería dentro de cinco años este capitalismo con el que nos ha tocado vivir. Y lo que respondí fue que eso dependía de nosotros: que lo que tengamos dentro de cinco años será lo que habremos merecido." 

Texto íntegro de la conferencia pronunciada en León por el profesor Fontana que, salvo pequeñas variaciones, es la misma que dictó en la sede de Comisiones Obreras de Catalunya en el consell de Comfia.  

Gracias antipático

Imagen: Publico