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martes, 14 de octubre de 2014

EJERCICIO DE REDACCIÓN



No es que haya conocido a muchos héroes, en realidad solamente he conocido a uno... pero seguro que ha sido el más grande de todos. Su nombre es Bar.
Cuando yo llegué, él ya llevaba aquí muchísimos años. Todos dicen que lo de su nombre era porque antes de trabajar aquí en el colegio, Bar vivía en la calle, junto a la cafetería que hay enfrente de la entrada principal. A mí eso siempre me pareció un poco raro, nadie vive en la esquina de un bar. Historias de chavales como diría mi abuelo. Seguro que se llamaba Bartolo y de ahí le sacaron ese nombre tan raro.

Ojalá hubiera podido hablar con él alguna vez para preguntárselo. Creo que el pobre lo intentaba con todas sus fuerzas cada vez que nos juntábamos, lo veía en esos ojos tan claros que tenía, en aquella expresión llena de inteligencia, como la del jefe indio de las películas. ¿Cuántas cosas sabría alguien tan viejo?

Su trabajo en el colegio era vigilar todo aquello cuando terminaban las clases y nos íbamos a casa. Se pasaba las noches recorriendo los pasillos de todo el edificio para que nadie entrase a robar, cosa que logró en más de una ocasión. Por eso le dieron una medalla dorada de vigilante de honor que siempre llevaba encima.

Me contó Don Jesús, que Bar consiguió su trabajo de vigilante por pura curiosidad. Que cada mañana, al abrir la biblioteca, le descubría al otro lado de la ventana que da a la calle, apoyado en el borde del alféizar, mirándolo todo muy atentamente y asombrado por lo que veía. Un día, Don Jesús decidió salir a la calle para hablar con él. Estaba muy sucio y desarreglado, pero creo que Bar no tardaría mucho en convencerle de que no era peligroso, de que simplemente quería un trabajo y vivir con alguien que le quisiera un poco.

El caso es que le he elegido como mi héroe favorito por lo que pasó hace dos veranos. No se supo como, pero una noche hubo un incendio. Don Rafael, el director, que es tan viejo como Bar pero muchísimo más gordo, se había quedado hasta tarde trabajando con unos papeles, como hacía siempre. Bar sin embargo siempre fue bastante flacucho y bajito, por eso nadie se explica cómo pudo hacer lo que hizo. Dijeron que Don Rafael debió de quedarse dormido, que una de sus apestosas colillas se le escaparía de la mano y rodaría por la mesa hasta caer en la papelera. Todo empezaría a arder, y cuando quiso darse cuenta, habría tanto humo que a la fuerza tuvo que desmayarse. Nadie sabe cómo se las apañó Bar para arrastrarle hasta la calle.

Lo más curioso es que Don Rafael nunca tuvo mucho aprecio por Bar. Decía que si antes había vivido en la calle sería por una razón, que algo malo habría hecho, que olía mal, que no era de fiar, que estaba un poco loco, y no sé cuantas tonterías más.

Bar nunca se lo oyó decir, pero como siempre sabía lo que uno pensaba... ese era su mayor superpoder... creo yo. Tenia otros. Adivinaba siempre cuando te sentías triste, si estabas enfermo... entonces él se te acercaba, poco a poco, hasta pegarse a ti, (eso no le gustaba nada a Don Rafael) hacía unos ruiditos muy graciosos con la boca, y no sé cómo, te contagiaba su alegría. Podía predecir las tormentas. También los terremotos y hasta los maremotos... pero como de esos no hubo ninguno, nunca tuvo necesidad de demostrarlo.

Una mañana nos dijeron que se había muerto... sin más explicaciones, dijeron que de viejo. Lo cierto es que llevaba unos días algo raro, que parecía un poco triste, pero no enfermo. No me lo creí. Cuando alguien se muere vienen médicos, y curas, y grandes coches negros... y yo no vi nada de eso... por eso sé que Bar sigue vivo. Mi padre dice que lo que me pasa es que todavía no entiendo de estas cosas, que todos nos morimos porque sí. No creo que sea por eso.

Mucho tiempo después, y a fuerza de preguntar, me contaron algo más. Que lo enterraron con lo poco que tenía en una tumba justo a la entrada del cementerio nuevo, en un sitio muy especial, que el director se empeñó en ello. Que todos los que fueron al entierro lloraron como si fuera alguno de su familia. Yo no lloraré.

Yo sé algo que muy pocos saben. Que los superhéroes como Bar a veces fingen que mueren porque necesitan otra identidad. El héroe de mi padre, que es Elvis, también hizo algo por el estilo. Y si uno que sólo cantaba y no tenía ni superpoderes pudo hacerlo...

Bar andará por ahí, vete a saber dónde... con otro nombre, salvando a gente como Don Rafael y alegrándoles el recreo a otros chicos. Eso es seguro... tanto como que debajo de la gran piedra de mármol con su foto, no hay nada más que una bolsa con un collar, una correa, y su hueso favorito.


Pelayo Martín
(Por Excalibur)


4 comentarios:

  1. Qué bonitoooo!!! Me engañaste!
    (Patri)

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  2. Lo leí ayer y lo compartí por ahí, porque siempre he tenido héroes de esos, Pelayo. Ahora una shitzu y un galgo adoptado y salvado de la perrera. ¡Gracias por este precioso Ejercicio de Redacción!

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  3. Una historia conmovedora. Gracias Pelayo.
    Miguel LL

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  4. Pelayo, gracias por compartir esta historia tan sensible e inspiradora de Bar.

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