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martes, 28 de junio de 2016

Y DE REPENTE... LA DEMOCRACIA



Llevan razón los que dicen que Dios está con España... será por ser el país que somos... piadosos donde los haya... miseros (de misas) y míseros (de miseria)... a partes iguales... respetuosos con la ley y el orden... malpensados, sí... pero solamente hasta cierto punto, hasta el punto del vecino, del compañero de trabajo, de los amigos... bienpensados por naturaleza en todo lo demás... confiados, a pesar de los tiempos, en quienes nos llevan, en quienes nos conducen.

Las farolas se encienden, las calles se barren, los coches circulan, la tele se enciende, el patito de goma flota, en verano se venden helados y en invierno castañas... por eso somos felices (según las encuestas uno de los pueblos más felices del planeta), por eso por detrás de nuestras maldiciones y lamentos permanece inalterable una sempiterna confianza en que, incluso sumidos en nuestras tradicionales inmundicias, todo va... mal que bien, pero todo va.

Fíjense ustedes si esto es tal como se lo cuento, que hasta plenamente convencidos de que somos gobernados por una siniestra organización criminal dedicada desde el mismo día de su fundación a robar todo cuanto pueda ser robado, a falsificar todo cuanto pueda ser falsificado, a malversar todo cuanto pueda ser malversado, a asesinar a todo el que pueda ser asesinado, a estafar a quien pueda ser estafado, a destruir todo lo que pueda ser destruido... fíjense que incluso a sabiendas de incontables fechorías y sabiendo nombre y apellido de cada canalla, permanecemos todos, bien apretaditos, en la acera de los que tragan mentiras y sinsentidos como si la vida nos fuera en ello (y tal vez sea así)... mientras que por la acera de enfrente desfila con aire satisfecho y confiado, la flor y la nata de la satrapía mundial.

Docenas de empresas especializadas en anticipar los resultados de unas elecciones generales, compañías grandes y pequeñas, de cierto prestigio unas y de comprobada ineficiencia otras, de todo pelaje político, de toda tendencia ideológica, relativamente imparciales o entregadas al medio que las paga, encuestas a pie de calle, consultas telefónicas o incluso bajo el mismo portal de colegio electoral... El Pulsómetro de la Cadena Ser... la Metroscópia de Juan Luis Cebrián... El Mundo... A3Media con su Onda Cero y su Sexta... todas ellas ofreciendo unos resultados distintos pero siempre comprendidos en un cerrado margen... en el caso del PP se equivocaron por 10 escaños (voto oculto), nada extraño que el encuestado mienta y no se declare votante de un partido que hasta el último minuto de campaña se ve vio sumido en escándalos de corrupción. Con respecto al PSOE y Ciudadanos el resultado final fue prácticamente el adelantado... y de repente, como por milagro del Ángel Marcelo... el misterio de los votantes evaporados de Unidos Podemos... y de repente ¡el error es de entre 20 y 25 escaños!... y de repente la democracia.

Es de señalar el curioso hecho de que fuera el inefable Francisco Marhuenda, recientemente nombrado Comisario Honorario Especial por el máximo responsable del aparato electoral y Ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, el único periodista que clavara con toda exactitud los inesperados resultados finales... Francisco debía de estar bien informado... mejor que bien, diría yo.

Y sabiendo esto, y siendo todos conscientes de que la organización criminal que nos gobierna no conoce vacaciones ni fiestas de guardar (ni concede treguas electorales)... todos callan... y todos callan por pura prudencia... esa clase de prudencia prima hermana de la cobardía... esa clase de cobardía que tantas veces ha impedido que este país camine por sí solo, a su propio "tempo" y no "al paso alegre de la paz".

Dicho en plata mejor queda... nos han robado. Nos han robado otra vez... en este expolio infinito... que ya dura siglos... y que tarde o temprano... habrá de terminar... o ser terminado.








viernes, 25 de marzo de 2016

EL HOMBRE QUE HACÍA DE TODO, SOBRE TODO PASAR MUCHO TIEMPO EN LOS BARES COMENTÁNDOLO Y TOMANDO COPAS.



Aquél hombre tenía la costumbre más rara en estos lares. Cuando se topaba con alguien que hacía algo (lo que fuera) que a él le parecía digno de admiración, lo abrazaba, le daba cuanto tenía, y se convertía en su amigo. De ahí que muchas veces muchos ignorantes tacharan a Moncho Alpuente de demasiado adulador con las obras de sus más cercanos... que nunca fueron pocos.

En mi caso fue tal cuál. Un desconocido que se hizo con mi teléfono para llamarme y derramar sobre mi estupefacta persona todo lujo de piropos y sentidos agasajos en relación a cierto escrito que la casualidad (vestida de Fernando Llovet) tuvo a bien hacer llegar hasta sus pequeñas manos. A continuación, una cita en el Café Manuela para esa misma tarde... y desde ahí, veinte años en los que rara ha sido la vez en que ha pasado una semana sin una charla larga y tendida con mi amigo... y con otros muchos, que del mismo modo que yo, (o parecido) habían caído en las redes de aquella inmensa humanidad.

Antes de eso, la vida intensa y polifacética de la hablan los periódicos, infinidad de aventuras y travesías en las que enrolaba al menos pintado, al talentoso, al soñador, al valiente... y nunca al memo cuya única función consiste en poner la pasta. De semejante inconveniencia para el éxito personal hizo su propia ley... y a la larga, su propia sentencia.

Sirvan los siguientes como ejemplos de tamaña y divina insensatez...

En cierta ocasión Moncho y Carmen Maura ejercían de presentadores durante cierta megafiesta de autobombo en la redacción de El País... tiempos aquellos en los que se cortaba el tráfico de las calles aledañas para bien del festejo... tiempos aquellos en que la mano de Jesús Polanco, también conocido como "Jesús del Gran Poder",  mecía todas las cunas de España (incluso las de los Aznar-Botella)... tiempos aquellos en que todo eran brillantes burbujas y brillantes chaquetas de brillantes lentejuelas. Don Jesús se retrasaba más de lo habitual, e incluso bastante más de lo necesario como para disfrutar de una estelar llegada en solitario y así no compartir cámaras ni miradas con otros asistentes. Como era de suponer, nadie osaba descorchar sin la presencia de Don Jesús, ni siquiera para darle un furtivo bocadito al pico de un canapé. Así pues, tanta tardanza terminó por poner a prueba la destreza y el descarado ingenio de los presentadores, y como de eso sobraba, ocurrió lo que tenía que ocurrir. Carmen Maura tomó al asalto aquél escenario y micrófono en mano espetó a los asistentes algo parecido a que el fiestón no empezaba porque la estrella de la noche había sufrido un percance inesperado que le había obligado a retrasarse... que se trataba nada más y nada menos que de Paul Anka (celebérrimo cantante americano de los sesenta cuyo nombre sonaba casi a Polanco).

Dicen que las risas duraron toda la noche, que el chascarrillo sobrevivió hasta casi un mes más tarde, pero mucho antes de eso, Don Jesús ya sabía quién era el autor intelectual de tan terrible atentado. No procedía el uso de un francotirador apostado frente al portal de Alpuente porque ahora las cosas ya no se hacen así, pero muy probablemente, los tentáculos de aquél imperio que se alargaban por todos los rincones de la vida en España sufrieron una pequeña sacudida... porque así era el Grupo Polanco, generoso impulsor de sus protegidos hacia la fama... o enterrador que lenta pero eficazmente, sepultaba hasta el cuasianonimato, a quienes no mostraban cuando menos respeto, ni cuando más, absoluta obediencia. No era por nada que tanto Jesús de Polanco como Juan Luis Cebrián solieran emitir, incluso en público, sentencias de invisibilidad perpetua con apenas seis palabras "Ese no es de los nuestros".

No es mentira que en cierta ocasión, posterior al episodio antes nombrado, y tras cierto encontronazo de Alpuente con la Planta Noble del periódico en defensa de un compañero, fuera el mismo Cebrían el se hiciera el encontradizo en medio de un pasillo, y pasando el brazo por encima de los hombros de Moncho, le dijera con media sonrisa y en voz bien alta para que todos lo oyeran: "Oye Moncho... te tengo que preguntar una cosa y siempre se me olvida... ¿Tú qué eres? ¿Cómplice o empleado?". Moncho respondió como quien sólo tiene una respuesta... "Empleado", dijo... y a partir de entonces la ya pronunciada rampa de salida se inclinó un poco más... y más... y más... hasta hacerse tobogán.

Desde entonces los artículos en El País se espaciaron cada vez más para quien había escrito ya el primero al mes de nacer el periódico... pero eso era algo a lo que ya casi estaba acostumbrado... a no bajar la cabeza... a sufrir las fatídicas consecuencias de no querer vivir en ese mundo del "tanto asientes tanto vales".

Incluso mientras aquél tobogán se inclinaba, y en su afán de ir sembrando ojerizas a su paso, no dejaba de lanzar rejones de muerte sobre gente poderosa, rejones especialmente afilados en forma de columna semanal sobre el lomo de la por entonces Emperatriz del Partido Popular, Esperanza Aguirre... y acertaba... vaya que si acertaba. Tanto acusaba el castigo la siniestra lideresa que en más de una ocasión, y en mi presencia, el coche oficial de Esperanza se paraba en medio de la calle del Pez para bajar su ventanilla trasera y comentar en voz baja con "su admirado" Alpuente la penúltima satisfacción de haber sido asaeteada (otra vez) por su aguda pluma.

Incluso mientras resbalaba por aquél tobogán rechazó sin dudar las manos sucias que le ofrecían... una suculenta entrada en el PSOE... una posición privilegiada en una lista electoral... una resplandeciente concejalía de cultura... una estupenda salida laboral... un llevarse el dedo a la ceja y subirse al carro de la gente guapa que por aquél entonces daba cobertura a un miserable en apuros electorales llamado José Luis Zapatero y a su cohorte de sátrapas.

Hubo más... muchos más... hubo aquél guión de un sarcástico skecht sobre la alteza de la Infanta Elena en “El peor programa de la semana” que fue eliminado de antena cinco minutos antes de ser emitido... otro punto de mira sobre su pluma... y uno de los más flagrantes casos de censura de la democracia española.

Siempre recelo de los que, tras los empellones que a todos nos reserva la vida, siempre caen de pie... sea cual sea la altura a la que el inevitable trompazo les envíe. No me fío de quienes siempre toman tierra con las cuatro patas sobre el suelo, porque eso significa que se adaptan, que dejan de ser quienes eran para convertirse en la forma de vida más conveniente para encajar el costalazo. Tienen sin embargo mi confianza los magullados, los expertos en romperse la crisma contra el empedrado, los que señalan con el dedo todo lo mezquino de este mundo, y no dejan de hacerlo ni siquiera cuando sienten el crujir de los propios huesos. Moncho se los rompió todos... no había un sólo rincón sano en toda su enjuta osamenta.

Otros no... otros parecen haber nacido ayer... otros parecen tan enteros... pero no tan íntegros.






"Moncho Alpuente hizo de todo...  pero sobre todo pasó mucho tiempo en los bares comentando lo que hacía y bebiendo con amigos"

Habrá que preguntar al Gran Wyoming si mi amigo merecía una frase de despedida así... si la necesidad de ser permanentemente gracioso y ocurrente conduce sin remedio hacia esa agria condescendencia... hacia esa levitación en directo... habrá que preguntarle si llevarse el dedo a la ceja en el momento adecuado y sonreír con sonrisa de empleado te aleja de los apuros económicos y de la vulgaridad de los bares...  habrá que preguntarle también de qué manera escoge a los amigos para no tener como Moncho, el problema de arrastrar tras de sí "ese espectro de amistades que tiende al infinito".

Moncho tenía sus defectos, sus flaquezas, sus vicios, sus contradicciones, sus cerrazones, sus sinsentidos... esa docena de caras de las que ninguno nos sentimos demasiado orgullosos... y contra ellas, doscientas doce facetas por las que uno puede sentirse muy afortunado de haber compartido incontables botellines, incontables risas, incontables discusiones, incontables chascarrillos, incontables regresos a paso lento por su calle del Pez... hasta su casa... hasta esa última vez, en que sin saberlo, me despedí de él para siempre.

Ahora le imagino estupefacto... con esa expresión tan suya de asombro con que tantas veces se enfrentó a lo chusco... a la envidia... a la ingratitud...  a la codicia... al desprecio... a la injusticia... a la impostura... a la arrogancia... y a esa parte de la vida que le resultaba imposible comprender.

Nunca lo dijo, al menos en mi presencia, pero aún sabiéndose sobradamente querido, seguro que le habría gustado recoger algo más de lo mucho y bueno que sembró... algo más de cuidado... para su bonsái, su pay pay, su parquet, su caché... para quién ahora vive (para siempre) en los poros de mi piel.






lunes, 8 de febrero de 2016

GRANDES CASUALIDADES DE LA HISTORIA



La historia está repleta de hechos y circunstancias asombrosas, acontecimientos imposiblemente conectados entre sí, que aún a fuerza de sorprendernos, no dejan de ser meras coincidencias sin mayor misterio, siempre encajables en nuestro entorno más racional... pero también podría decirse que a veces ocurren casualidades que parecen empeñarse en contravenir todas las leyes de la lógica y la razón.

La de Hugh Williams es una de las casualidades más curiosas e inverosímiles de la historia. El 15 de diciembre de 1664 se hundió un barco en la costa norte de Gales con 82 pasajeros a bordo. Todos murieron excepto un hombre llamado Hugh Williams. El 5 de diciembre de 1.785, (121 años después), en otro naufragio murieron 60 pasajeros y sólo hubo un superviviente llamado Hugh Williams. El 5 de agosto de 1.860, el hundimiento de un tercer barco provocó la muerte de 25 pasajeros. Sólo una persona logró salvar su vida. ¿Su nombre? otra vez, Hugh Williams.

No es menos extraño el caso del Mayor Summerford, oficial británico que murió en 1932 después de toda una vida soportando la descarga de rayos en su cuerpo. En 1918, mientras combatía en los campos de Flanders, fue despedido de su caballo tras caerle un rayo, algo que le dejó el cuerpo paralizado de cintura para abajo. Summerford se retiró y se mudó a Vancouver. Seis años después, en 1924, le volvió a caer un rayo mientras pescaba en la rivera de un río. Este rayo le paralizó el lado derecho de su cuerpo. Dos años después, el oficial consiguió recuperarse, y en 1930, mientras paseaba por un parque, otro rayo le paralizaba el cuerpo por completo. Dos años más tarde moría, pero su relación con los rayos no había acabado... en 1936 un rayo cayó en su lápida y se destruyó por completo.

La palabra "casualidad" parece quedarse corta en el caso de John F. Kennedy y Abraham Lincoln. Ambos fueron presidentes de Estados Unidos, elegidos respectivamente, en 1860 y 1960. Ambos fueron asesinados de un disparo por la espalda en presencia de sus esposas, quienes habían perdido un hijo estando en la Casa Blanca. Cuando fueron atacados, Kennedy viajaba en un Ford y Lincoln se encontraba en el Teatro Ford. Sus sucesores se llamaban Johnson: el sucesor de Lincoln, Andrew Johnson, nació en 1808, y el de Kennedy, Lyndon B. Johnson, en 1908. Ninguno de sus presuntos asesinos, John Wilkes Booth y Lee Harvey Oswald, pudo ser juzgado porque fueron asesinados antes de que esto fuera posible. J. W. Booth asesinó a Lincoln en un teatro y se ocultó en un almacén. L. H. Oswald disparó desde un almacén a Kennedy y huyó hasta un cine.

¿Increíble, verdad? Pues todo es nada comparado con la casualidad que hoy se da en España... 

Un reciente estudio refleja que el 97% de los más de 5000 encuestados a pie de calle en diferentes localidades de toda España han respondido afirmativamente al menos a una de estas preguntas: 

1 - ¿Cree usted que el sol gira alrededor de la Tierra?

2 - ¿Es cierto que los dinosaurios y los humanos llegaron a convivir en la prehistoria?

3 - ¿Podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos que Dios creó a las plantas y a los animales?

4 - ¿Fueron Adán y Eva los primeros seres humanos en habitar el mundo?

5 - ¿Renunciaría a su derecho a la libre expresión por una paga mensual de 100 euros?

6 - ¿Estaría de acuerdo con una amnistía general a todos los delitos de corrupción a cambio de una nueva paga extra?

Olviden a Hugh Williams, al Mayor Summerford, también a John F. Kennedy y Abraham Lincoln... porque lo realmente asombroso viene ahora... cuando ese 97% cerebros resecos se corresponde con toda exactitud al porcentaje de españoles que evidencia tener una opinión formada sobre el ya famoso incidente de los titiriteros en una plaza de Madrid... sin haber visto la obra, o sin ni siquiera haberse molestado en leer el texto en cuestión. 

¿O no es asombroso que con unos pocos y sesgados segundos de telediario y tres titulares emborronados de eso que se hoy se vende por periódico, basten para dar por bueno que a dos personas que representan una obra de títeres se las aplique la ley antiterrorista con el consiguiente internamiento en prisión incomunicada y sin fianza?

¿O tampoco es asombroso que en medio de nuestra adorada democracia brote este nuevo y robusto brote de fascismo y dictadura sin que ardan las calles de pura indignación?

Lo único que no es casualidad es que el único país del mundo "civilizado" que no ha derrotado jamás al nacionalcatolicismo y al fascismo sea España... lo único que no es casualidad es que el segundo país del mundo con más personas asesinadas enterradas en vertederos y cunetas, sea España... lo único que no es casualidad es que un periodista como Federico Jimenez Losantos declare sus ansias por disparar contra políticos contrarios a sus ideas, y nada ocurra (hasta que ocurra)... lo único que no es casualidad es que sea también España el único país donde un violador confeso de niños en un colegio católico sea detenido a la una, y a las dos sea puesto en liberad provisional.

Pero nada pasa... pues esto es lo que hoy se conoce por opinión pública... la falta y la desgana por acceder a la información de primera mano... el absoluto desinterés por comprobar (sin intermediarios) la verdad de unos hechos... el abandono de toda capacidad de análisis y espíritu crítico... y por encima de todo, una pasión desaforada por, con los ojos de otros, juzgar y condenar lo que no sabemos, lo que no conocemos, y en verdad nos importa una mierda.

Bien saben que nos han de tratar como pueden tratarnos... como les rogaríamos que nos tratasen si dejaran de hacerlo... pero aún así... y para el que quiera saber... aquí lo dejo:

‘La bruja y Don Cristobal’ obra inspirada en “El Retablillo de Don Cristóbal”, farsa para guiñol en un acto escrita por Federico García Lorca en 1930. El título completo de la pieza es: Los títeres de cachiporra. Tragicomedia de Don Cristóbal y la Señá Rosita. Farsa guiñolesca en seis cuadros y una advertencia.

La obra está protagonizada por una bruja, que representa a las personas de mala fama pública, y que se ve en la situación de enfrentarse a los cuatro poderes que rige la sociedad, esto es: la Propiedad, la Religión, la Fuerza del Estado y la Ley. La protagonista está en su casa, y, en primer lugar, su vida es interrumpida por la aparición del “Propietario”, que resulta ser el legítimo poseedor legal de la casa donde vive. No existen monjas violadas; bajo la forma de los muñecos, los adultos podemos comprobar que el propietario decide aprovecharse de la situación para violar a la bruja; en el forjeceo, la bruja mata al propietario. Pero queda embarazada, y nace un niño. Es entonces cuando aparece la segunda figura: una monja, que encarna la Religión. La monja quiere llevarse al niño, pero encuentra resistencia en la bruja, y en el enfrentamiento, la monja muere. Es entonces cuando aparece el Policía, que representa la Fuerza del Estado, y golpea a la bruja hasta dejarla inconsciente, y tras ello, construye un montaje policial para acusarla ante la Ley, colocando una pancarta de “Gora Alka-ETA” sobre su cuerpo, que intenta mantener en pie para realizar la foto, como prueba. A partir de este montaje policial, surge la cuarta figura, que es la del Juez, que acusa, y condena a muerte, a la protagonista, sacando una horca. La bruja se las arregla para engañar al juez, que mete la cabeza en su propia soga, y la aprovecha para ahorcarle, para salvar su propia vida.





martes, 5 de enero de 2016

LOS REYES SON LAS ABUELAS


Cuando mi amigo Óscar Sánchez Vadillo las rebautizó como "Las Pilares de la tierra"... bien sabía lo que hacía.

Pasarán los años, las décadas, tal vez el siglo, y cometeremos (como tantas otras veces) la injusticia de olvidar a los que realmente nos sacaron del atolladero... llegarán los tiempos de bonanza (previos a un nuevo gran hostión) y levantaremos la frente orgullosos de nosotros mismos para autoseñalarnos como salvadores de lo poco o mucho que pudo ser salvado. Generalizaremos sin la menor intención de ser justos y repartiremos méritos y sacrificios hasta el extremo de hacerlos desaparecer en diminutas partes. Ya lo hemos hecho antes.

Pero esta vez no... esta vez no voy a consentir que se vayan sin lo suyo... sin el total y más rendido agradecimiento de uno de sus mayores beneficiados.

Estamos a tiempo... observemoslas en los parques, a eso de las cinco de la tarde, a las puertas de los colegios, en todo lugar donde sean necesarias, ante toda nevera que amenace con implosionar por vacío. Han sido ellas, las abuelas, las madres que rondan los setenta, las que no tienen tiempo para el achaque ni la plácida vejez, las que siempre han puesto una solución sobre la mesa del comedor cuando papá y mamá parecían definitivamente triturados por este crimen que todavía hoy tenemos los santos cojones de llamar crisis.

No es tarde todavía... sentémonos a su lado en el banco, hablemos con ellas... dejemos que nos cuenten de su infancia plagada de sabañones, de su juventud de misa y costurero, de cuando abortaban sobre la mesa sucia de una cocina, de como las robaban a los hijos en los hospitales, de cuando no podían ni abrir una cuenta corriente sin el permiso de su marido, de cuando eran esa mitad de la humanidad esclava de la otra mitad.

Ni el erial del que provienen ha podido con ellas, ni los malos tratos a que han sido sometidas, ni las humillaciones, ni las necesidades, ni los peores recuerdos de épocas negras les han servido de amarga excusa para hacerse a un lado y esconderse tras su mísera pensión... justo lo contrario... el sufrimiento y la injusticia parecen haber hecho de ellas seres indestructibles por naturaleza, seres benéficos por excelencia.

Recordad estas palabras cuando las encontréis entre los columpios, con un plátano a medio pelar entre las manos y persiguiendo al díscolo nieto... recordad estas palabras también cuando el fin de mes apriete antes de mediados y los zapatos rotos del pequeño se transformen como por arte de magia en otros nuevos recién comprados... recordadlas al pie de la cama y del cañón... recordadlas encerradas en la cocina... recordadlas en todo trance llegando a tiempo, como la sangre a la herida... recordadlas así, y cuando las veáis sed justos, recibidlas con un sonoro aplauso (vítores incluidos)... que son Las Reinas Magas de toda época... que nadie más recibe tan poco por dar tanto.